A la profesora Jolanta Szatkowska
Sarcófago de los esposos, Roma, Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia |
Querida, he pagado generosamente al escultor
que tan bellamente ha modelado nuestra imagen,y todavía hoy, cuando la historia ha borrado
toda Etruria de esta tierra quemada,
la arena no ha borrado la sonrisa de nuestros labios.
La sangre en nuestras venas de muselinas azules
ha amarrado como barcas endurecidas,
como largas barcas, drakkars del norte,
en alguna orilla, supuestamente conocida
pero del todo extraña.
¿Han traído los pájaros
en las alas de tus cejas ennegrecidas el frío
que marchitó el jardín de rosas de tu semblante?
La sangre en nuestras venas…
Peines de hueso
encallados en la maraña de los cabellos,
y en la muñeca una pulsera de grueso oro
emite un triste ruido.
Lo que amaste, lo mandé mostrar
en las pinturas de nuestro sarcófago:
amplios campos, pájaros, músicos,
también cipreses, azucenas y una bailarina,
para que en la eternidad podamos reparar fuerzas
con esta imagen a través de la pupila de la muerte.
Lo sé, y tú, querida, ves el mundo ante ti:
dos japoneses, una alemana y un español,
por las noches los rollizos brazos de la limpiadora.
Generosamente pagué, querida, al escultor,
y él olvidó ponernos cara a cara.
Ahora, por toda la eternidad vemos
el mundo – tan sólo el mundo –, un doloroso suplemento.