LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

JUAN SORIANO EN 1941: NATURALEZA MUERTA CON VASO Y CALAVERA (de José Emilio Pacheco)


Naturaleza muerta con vaso y calavera, 1941
Juan Soriano
Colección Marek Keller



En 1941 Juan Soriano tiene la cara
Que le pintó Ramón Gaya dos años antes
Cuando Soriano contaba
Diecinueve años de edad y muchos siglos de malicia y talento.
Su inteligencia era mala, es decir sarcástica,
Pero inmenso aquel don de hacer el bien al pintar,
Tornar inteligible el mundo gracias al arte.
Soriano dirá despés que en aquella época
Se sentía atrapado y en carne viva.
Frente a él estaba el mundo como mancha de aceite
Que al extenderse cerraba el paso a todo porvenir habitable.


                                         *

En estas circustancias pintó Soriano
Naturaleza muerta con vaso y calavera,
Un cuadro verdiazul, azul-verdoso, azul-verde
En que lo único natural son siete espigas
Ante una ventana abierta por paradoja
A otras ventanas cerradas que no dan a ninguna parte,
O tal vez se reflejan en el vacío
O contra un laberinto semejante
(En pintura, nunca en palabras)
Al paisaje interior o la catacumba habitada por los poemas
Que los "Contémporaneos" habían escrito poco antes
Cuando temieron ahogarse en su propia mancha de aceite.


                                         *

Quizá pudo llamarse también "Estudio de cristal"
El misterioso cuadro radiante,
Profundo enigma de claridad que no cesa.
Hay un vaso vacío, no medio lleno sino del todo vacío.
A la distancia en que lo vemos ahora el vaso de ausencia
Recuerda los productos de Carretones, taller de vidrio soplado que ya no existe.
(Hoy el vaso a su vez parecería "naturaleza muerta", por tanto.)
Tiene un revolvedor también de cristal
Y junto a él dos canicas inmóviles,
Dos esferas abstractas con que jugaron niños ya fantasmales
Para el momento en que Soriano ha pintado el cuadro.


                                         *


Estas canicas rotundas parecen miniaturas de un indenfenso globo terráqueo.
En su interior los matices dibujan contingentes de fuego y sangre.
Fragilidad del mundo, ser quebradizo
De todo lo que hacemos y cuanto somos.


                                         *

La calavera domina el cuadro y como siempre es "serena y trágica".
La vemos de perfil, sólo cubierta por una capa de vidrio (no existían plásticos),
O tal vez un sudario o un manto de azul traslúcido.
Materia resistente que de improviso
Se ha vuelto dúctil como la seda o la cera,
La cera funeraria para otros cirios ausentes, fuera del cuadro,
En el velorio del mundo en perpetua guerra.


                                         *

La unión de calavera y cubierta o velo
Invoca aquel Cráneo azteca en cristal de roca
Que está en el Museo Británico y Saint-John Perse elogió como "el objeto más hermoso del mundo".
En nuestro fin de siglo fue doloroso enterarnos
De que esa calavera no es antigua ni azteca ni mexicana.
No la falsificaron en un taller de aquí como Carretones, 
Sino es obra de un artesano alemán de mil ochocientos noventa y tantos,
Un genio del cristal que sin  esclavizarse a la firma,
Sin pretension de renombre ni de hacer arte,
Vendía el producto como decoración o pisapapeles.


                                         *

La calavera aquí rima en silencio
Con las canicas que por partida doble están fuera del juego.
La infancia terminó. Ya es de noche y se ha acabado la fiesta
De los que tienen veinte años
En aquel tiempo inhabitable como éste y todos.
Los invitados se ha ido sin dejar huella en el cuadro.
Quién sabe qué hacen allí las canicas, juego de azar inocente,
Segragadoras también pues pertencen nada más a los niños, como la fiesta a los jóvenes.
En vez de hundirse en su agujero de tierra
Las canicas yacen extemporáneas y desoladas y ajenas en el vaso vacío.
Ni agua ni alcohol para la sed inmensa de vida.
O más bien la sed verde se opone al azul de muerte.
El enigma sigue.


                                         *


La calavera observa al sego el espejo que nos devuelve la invisibilidad de su propia imagen,
O flota en esa alberca de Villaurrutia donde el que nada sólo escucha la Nada,
O bien se asoma al aljibe de Pellicer,
Ni mar de Grecia ni río de Tabasco,
Sino estanque de desamor en algún valle entre montañas-pirámides.
Entonces lo que Soriano ha pintado aquí
Es el recinto de esas "muertas imágenes",
Muertas de vida y de pasión por vivirla.


                                         *


En qué imperiosa forma la calavera se va adueñando del mundo.
Lo coloniza con su omnipresencia. Memento mori.
Todos nos vamos a morir
Pero nadie sabe cuándo ni dónde o cómo,
Aunque siempre en cualquier momento.
Por eso la calavera se ríe
De los espejos que el azul-verde diluye.
Soriano emplea luz de cielo y colores de mar y tierra
En un espacio de confinamiento,
Un campo de batalla en que lo único vivo son las espigas,
Naturaleza, sí, pero segadas, cegadas, ciegas.
 
                                         *
 
Las espigas semejan las flechas de oro
De un mediodía que volverá como siempre.
Por el contrario, la calavera es aquella parte 
Que nunca llegaremos a conocer de nosotros mismos
Y resulta nuestra indeseable herencia al planeta.
Los huesos no tienen ojos para mirarse al espejo
Y, como las ventanas, ya no ven nada.
Los demás, ni se atreven, observarán
Con ironía o piedad la calavera monda y redonda,
No sus intransferibles poseedores,
Espigas también nacidas para ser pasto de la guadaña
Que alimenta de absurdo a la pobre Nada.


                                         *

Al detener un instante del año atroz como todos
Soriano da movimiento inmóvil, presente ausente y espejo ciego
Al tiempo interno que se desploma en el vaso
Entre las dos canicas del azar,
Mínimas calaveras de cristal
O breves lunas entre el amanecer y la noche,
Junto al revolvedor que mezcla luz y sombra en el aire
Y funde ayer y hoy en el mar del tiempo.
Soriano pone velo nupcial y mortaja de adiós al cráneo,
Cubre y descubre una realidad que sin darnos tregua
Ilumina el silencio con penumbra de cripta y luz de playa y montaña.
Su cuadro entonces podría ser también como un 
nocturno solar
Porque la hoguera central no se mueve,
Somos nosotros los que vagamos siempre en tinieblas.


                                         *

Si una vez más el mundo parecía (como hoy) polvorín
A punto de convertirlo todo en desierto,
Naturaleza muerta, vaso sin agua, juego sin juego,
Calavera cubierta con el velo de Isis o con el velo de Maya
En una tarde México,
Quedaba como espiga del porvenir,
Para nosotros y para Juan Soriano,
El triunfo de su arte.