La incredulidad de Santo Tomas, Matthias Stom
Museo del Prado, Madrid
Porque sabes que la carne engaña menos que la voz
bienaventurado;
porque necesitas hurgar en la herida,
tocar el cuerpo para saber que es cuerpo
bienaventurado;
porque no te basta la palabra de ningún dios
bienaventurado;
porque humildemente alargas la mano, palpas,
hueles, examinas,
antes de asentir con la cabeza
bienaventurado;
porque no temes al ridículo de quien desciende
a los detalles,
bienaventurado.
Patrono de los incrédulos,
de los que dudan,
de los que fruncen el ceño,
de los que desconfían de milagros y apoteosis,
Tomás, eres el único santo
ante el que me inclino.