Un velo leve se desliza apenas
de la mano indolente, y con descuido
posa su transparencia sobre el muslo.
El escorzo del cuerpo y los perfiles
que recortan la mórbida cadera
se resuelven en flor para la ofrenda.
Mas la rosa que ofrece su hermosura
oculta los peligros de su tallo
y relega al olvido las espinas.
Tensa con gracia alada amor su arco
y enarbola la flecha que, dorada,
vuela ya presurosa a su destino.
Pero pasa de largo la saeta
y otro pecho gozoso acoge ahora
la herida que otra piel había soñado.
Venus, Cupido y Envidia.
Bronzino.
Szépművészeti Múzeum, Budapest, Hungría