Marc Chagall
La pareja (dicen) está debajo de un arreglo.
Pero los lirios y las rosas y las hojas furiosas
se desparraman de tal modo, en tantas direcciones,
que la explosión vegetal hace pensar en un desgobierno
de ideas, de cabellos (un sombrero fuera de lugar,
un accesorio de carnaval).
Medio oculto por el arbusto floreciente,
el hombre se sumerge por entero en dirección al beso;
ojos velados, brazo-antebrazo sosteniéndole el pecho,
labios casi tocando los de la mujer reclinada.
Ella, entretanto, con la boca y los ojos abiertos,
inclina la cabeza, quizá con el mismo susto
de un pez sin aire en la superficie del agua,
de una flor volviendo el rostro hacia el sol.