Padre y niño contemplando la sombra de un día Roberto Aizemberg |
Al amanecer, lo lejano del paisaje
desnuda en el agua su espuma de jazmines,
y desoculta del presente lo efímero del día:
en su sombra de luz certera
lo que descansa debajo de la superficie
es una pequeña música para los ojos.
Sin embargo, en cada instante de ese espacio
limitado por el marco no mirado
todo madura, ubicuo e interno.
¿Son pájaros o peces los que franquean esas aguas
y luego caen en un ámbito que ni dura ni pasa,
como un roce en un cuerpo sin memoria?
Newton fijó en esa caída una ley física,
pero nosotros sólo oímos cómo se rompe el silencio,
y engendra en su despliegue pequeños soles
que rápidamente se consumen.
En lo más claro de ese paisaje inmaterial,
el color es tiempo que dibuja un cielo protector.
Parece un espejo que duerme sobre las nubes:
un objeto de aire que no produce sombra
y donde lo humano flota sin raíces.
(del poemario "Satori". Ediciones en danza)