hay una tumultuosa mortandad de piedras.
Están allí como recién caídas.
Sus cuerpos redondeados como cráneos
cayeron anoche
gimiendo, entrechocándose,
lastimándose.
Persiste un aire de larga agonía: acaso
murieron buscándose o llamando parientes.
Sólo el Monte Williamson,
que vela siempre a lo lejos,
fue testigo del resonante desplome.
Ya es el amanecer
y hay un aterrador silencio en la planicie.
Busca con cuidado entre las piedras:
acaso haya alguna que todavía no muere
y te diga
quiénes son los condenados de la próxima caída.
(del poemario "La piedra alada")