Su insano amor furioso le emponzoña
el alma de delirios, su actitud
es la de viuda perturbada, Doña
Juana. Recela usted de la virtud
de la abadía y deja el ataúd
de su hermoso Felipe de Borgoña
al raso. Es tanta, Reina, su inquietud
por otras hembras, que hasta la carroña
que es ya su esposo aleja del convento
que ha encontrado camino de Granada.
Acampa bajo el cielo de Castilla,
reza Su Majestad una sencilla
plegaria junto al fuego. Sopla el viento,
se pierde un humo en él: vuestra mirada.
Doña Juana la Loca Franciso Pradilla y Ortiz, 1877 Madrid, Museo del Prado |