El cielo se oscurece, el sol declina;
cava un enterrador, un muerto espera;
otro cadáver en triunfal carrera
avanza por el bosque y lo ilumina.
Cubre la humilde sábana mezquina,
estéril don que a la piedad debiera;
lleva el soberbio manto con venera
en doble caja de metal y encina.
Fue aquel en vida un sabio, casi un loco;
este debió sus timbres a ala espada;
ambos radiaban luz, centella y foco:
¡Cuán diferente su postrer jornada!
-¡Unos tanto ¡ay de mí! y otros tan poco!
¿Dónde está la igualdad? -¿Dónde? ¡en la nada!