El bueno de Chevalley no terminó de
comprender eses palabras; sobre todo
le resultaba obscura la últimnoa frase
-Giuseppe Tomasi de Lampedusa-
Más allá de
todo,
la Dama
de Warka permanece.
Ese rostro sin
edad, ni sexo. En las cuencas vacías
de sus ojos, sólo
un hálito
de compasión.
Dice el museo de Bagdad, que era
una sacerdotisa de sangre real. Era
un rostro para el artista
en ese instante en que nos dimos cuenta
de que sólo tienen ya sentido
la piedad y el orden.