Al mirar este cuadro, este sutil paisaje,
mi alma medita y sueña. Hay un poco de bruma
entre los negros árboles. El ambiente se ahuma
y el crepúsculo emprende su taciturno viaje.
Aún brilla en el poniente polícromo celaje.
Hay un lago y un cisne que parece de espuma,
y allá, en último término, una barca se esfuma
como si acaso huyese del borroso paraje.
Cierro los ojos. Miro en mi cámara interna
flotar el mismo cuadro, que un suave difumino
traza al través de una niebla de lejanía.
Y me sorprende entonces la afinidad fraterna
de imprecisos paisajes que a veces imagino
y los cuadros de ensueño que forja el alma mía.