Le fendur de bois, 1855 Museo del Louvre Francois Millet |
Ese olor a resina, ese contorno
de leña palpitante – que si deja
pasar algo es la luz– bien te protege
de la rueda dentada en la que pones
toda tu ciega fe.
(De aquella cinta
tricolor de Progreso, como ahorcado
penderá la ilusión de que tus nietos
no huelan a corteza).
Si supieras
que no, que ya ni huelen – que si huelen
a alguna cosa es a falso prado
debajo de los hombros–..., que del bosque
donde humea tu cabaña ya no queda
– es una carretera– sino prisa
para olvidar del todo a los abuelos…,
buscarías una rama que pudiera contigo
o pondrías fuego a toda
–excepto a– la madera de tu féretro.